Hace MUCHOS años, un cuarto de siglo, viví una experiencia intensa en tierra HOPI. Una videnta, aquí en buenos aires, me la había predicho: me había hablado de un despertar cósmico. Hoy diría que fue un atisbo en la conciencia cósmica (así y todo, no podría poner esta conciencia en palabras). Si puedo decir que a partir de ese momento supe, sin sombra de dudas, que la Tierra es un ser conciente, (no solo un ser vivo), dueña de una conciencia exquisita, inmensa, inconcebible, inabarcable para todos los que vivimos adheridos a ella (humanos y no humanos). Y lo que también supe (y es por esto que escribo) fue que todos los seres humanos íbamos a ser presionados, lenta, gradual y consistentemente por la intensificación de la conciencia de la Tierra, para que fuéramos más allá de la coraza dentro de la que vivimos la gran mayoría de nosotros: la identidad psicológica. Esa coraza nos separa de la Vida, nos aísla; está generada en los hechos de dolor que vivimos en nuestros primeros años, y que siguen vivos en nosotros en forma de memorias. Con el paso de los años esa coraza se cristaliza más y más, se hace más rígida.
En ese momento (1996), supe que la Vida (= la Tierra) ya no iba a querer esa coraza en nosotros, porque esa forma de vida no es verdaderamente humana, sino prehumana. Todos estos años fueron la aceleración gradual de este proceso.
Este año, a partir de una serie de hechos astrológicos (la Tierra es un ser conciente, algunos planetas son seres de una conciencia aún más vasta), este proceso atravesó un hito y se aceleró aún más: ahora es social, además de personal. Al nivel de la escena, esta intensificación tomó la forma de la pandemia.
El mundo, tal como lo conocíamos, va a dejar de existir. Obviamente va a ser un proceso, va a ser gradual. Gradual pero imparable. Y por más que muchos desde siempre deseamos el fin del mundo prehumano, va a ser un profundo cimbronazo para todos. Va a ser tumultuoso y turbulento. Va a tocar nuestras zonas de dolor, las que aún no hayamos trabajado y reconocido, va a tocar todos nuestros miedos. Y va a haber momentos de mucha tensión, en la medida en que viejas y pesadas estructuras se sigan desmoronando.
En ese momento (1996), supe que la Vida (= la Tierra) ya no iba a querer esa coraza en nosotros, porque esa forma de vida no es verdaderamente humana, sino prehumana. Todos estos años fueron la aceleración gradual de este proceso.
Este año, a partir de una serie de hechos astrológicos (la Tierra es un ser conciente, algunos planetas son seres de una conciencia aún más vasta), este proceso atravesó un hito y se aceleró aún más: ahora es social, además de personal. Al nivel de la escena, esta intensificación tomó la forma de la pandemia.
El mundo, tal como lo conocíamos, va a dejar de existir. Obviamente va a ser un proceso, va a ser gradual. Gradual pero imparable. Y por más que muchos desde siempre deseamos el fin del mundo prehumano, va a ser un profundo cimbronazo para todos. Va a ser tumultuoso y turbulento. Va a tocar nuestras zonas de dolor, las que aún no hayamos trabajado y reconocido, va a tocar todos nuestros miedos. Y va a haber momentos de mucha tensión, en la medida en que viejas y pesadas estructuras se sigan desmoronando.
La tensión también va a estar dada porque habrá quienes intenten seguir imponiendo (manteniendo vivas) estructuras arcaicas, piramidales, basadas en un poder que se escapa de sus manos aunque lo conserven. Porque lo que se transforma en todo esto es la cualidad de la energía. Nuestro trabajo está claro: seguir disolviendo nuestras memorias de dolor: allí es donde se sostiene la identidad psicológica; y aunque parezca tirado de los pelos, allí, en esa identidad coraza, se sostiene ese mundo que se disuelve.
Vivimos un tiempo hermoso (para esto estamos acá), sepamos que va a ser intenso. 🔥🤷🏽♂️🙌❤️
Vivimos un tiempo hermoso (para esto estamos acá), sepamos que va a ser intenso. 🔥🤷🏽♂️🙌❤️