Amo ver como una vida pasa del dolor a la felicidad.

Elijo que esto sea lo primero que digo sobre mi y sobre mi trabajo (una de mis grandes pasiones), simplemente porque es lo más verdadero que puedo decir.

Y antes de pasar a una bio más convencional (si es que todavía quedan bios convencionales), solo una aclaración en relación a la felicidad de la que hablo. Hace cosa de un año la llamo felicidad indeterminada. La llamo así porque no se origina en nada externo a nosotros, sino que surge desde nuestro interior, brota como nuestro estado natural de ser, nuestro derecho de nacimiento, que recuperamos concientemente cuando se evaporan las memorias de dolor y sufrimiento que cargamos en nuestra mochila emocional. O para decirlo con más propiedad, cuando se evaporan las memorias que llevamos encriptadas en cuerpo emoción. Entonces esta felicidad indeterminada brota en y desde nosotros, la conciencia es su fuente.

Otra cosa que quiero contarte antes de la verdadera bio, es que durante un tiempo, hace una quincena de años, mientras trabajaba más intensamente con personas con cáncer*, anduve a la búsqueda de un circuito curativo. Una amalgama de técnicas que tuviesen la potencia de curar a quien pasara por ese todo coherente e integrado. Llegué a poner en práctica gran parte de ese circuito, su estructura básica; pero sentía con claridad que algo faltaba, tal vez lo más importante. Y lo que faltaba llegó muchos años después. Pero antes de que llegara lo que faltaba, llegó una comprensión que también faltaba. Me di cuenta que lo más alto a lo que podía aspirar no era a curar el cáncer enfermedad física. Lo más alto a lo que podía aspirar era (es!) a que esa persona realizara su conciencia, al menos hasta el punto de vivir en su felicidad indeterminada. Vivir allí se traduce como vitalidad, bienestar, contento, creatividad, conexión, colocación. Y esto es el mejor sustento para un sistema inmunológico robusto y vigoroso. Y un sistema inmunológico robusto y vigoroso sumado a la evaporación de las memorias de dolor en cuerpo emoción son las mejores condiciones para que la enfermedad sea superada. Pero claro, no hay garantías. Este es un proceso que cada uno de nosotros -con cáncer o sin él- tiene que recorrer en este tiempo; y al hacerlo, reunirse con todo aquello que aparezca en el camino. Sabiendo que todo lo que aparece en el camino son aspectos de nosotros mismos; de ahí la necesidad de reunirnos con ellos. Y teniendo claro que todos nosotros estamos en manos de la vida, y nadie…. ninguno de nosotros sabe cuándo ni cómo ni dónde ni de qué, va a morir. Así de rica, así de compleja, así de regalo es la Vida. Para todos nosotros, con o sin cáncer. Todos nosotros somos desafiados a reunirnos nuevamente con la vida, a entregarnos en sus manos nuevamente…. a dejar atrás la ilusión del control. Mientras no hagamos esto, la infelicidad indeterminada será solo una hermosa posibilidad.

Unos años después de descubrir lo más alto a lo que aspirar con mi trabajo, llegó la gran técnica, la figurita difícil, la que faltaba: Bioflow (decir técnica me suena un poco demasiado…. técnico: Bioflow es un camino de vida). Pero en realidad “las técnicas” fueron dos, y en el mismo año: 2017. Bioflow y Vipassana. La primera, la herramienta curativa más poderosa que conozco; la segunda, LA técnica de meditación, la Gran Gema.

Nací en Buenos Aires en 1962. // Junior en Escuela de Ecología Humana, en 1988. // Me recibí de Licenciado en Psicología en la UA JFKennedy en 1992. // Terminé mis estudios de Astrología en Casa XI en 1994. // Curso básico y Sobre el morir y la muerte, ambos de la Foundation for Shamanic Studies, en 1994. // 1er y 2do nivel de Reiki, en 1994 y en 1996. // Seminario de Mindfulness del Dr. Jon Kabat-Zinn, en 2000. // Retiro de VIPASSANA (10 días), en 2017. // Próposito de Vida, Seminario de Respiración Bioflow, en 2017. // Guión de Nacimiento, Seminario de Respiración Bioflow, en 2017. // En busca del Niño Interior, Seminario de Respiración Bioflow, en 2018. // 1er Seminario Profesional, Seminario de Respiración Bioflow, en 2018. // 2do Seminario Profesional, Seminario de Inteligencia Emocional Bioflow, en 2019. // Seminario de Resignificación Emocional, Inteligencia Emocional Bioflow, en 2020. // Viajes de aprendizaje: Amazonas 1, en 1986. Amazonas 2, en 1996. Hopi, en 1996. Maya, en 1996. Huichol, en 1996. // Prácticas de Yoga y Meditación, 1991-2021. // Emprendimiento: Granomadre alimentos concientes, entre los años 2004-2015. //

Y ahora sí, la bio más bio:

Tengo 58 años (nací en 1962). Estudié Psicología en Universidad de Belgrano y luego en Kennedy. Empecé a los 18, y me recibí a los 30. En el medio mi primera vez en el Amazonas y una aventura que me desvió por un rato del estudio académico. Cuando volví, sabía que debía terminar mi carrera pero me costaba un enfoque tan racional y mecanicista como el de la universidad en ese momento. Así que me encontré algo que me ayudara a pasar “el mal trago”: astrología en Casa XI. Y eso se constituyó en un complemento maravilloso. En realidad, más que complemento fue como encontrar las verdaderas raíces de la psicología.

Me recibí de Licenciado en Psicología en 1992. Durante un año y poco trabajé con adicciones, pero todavía seguía buscando mi rumbo. En Julio de 1994 conocí un niño con cáncer. En esa época ni siquiera sabía que un niño podía tener cáncer. Acompañé a este niño hasta su muerte, en diciembre de ese mismo año. Fue una experiencia transformadora en todos los sentidos y en todos los niveles. Entre muchas otras cosas implicó para mi el descubrimiento de una vocación, una primer faceta de mi daimón: acompañar a morir. Llevé a cabo esta tarea –“acompañamiento para un buen morir”- durante 4 años. Cada nuevo acompañamiento me confirmaba lo necesario de este trabajo para que la persona pudiese morir más consciente, más integra, más “liviana”, sin tantas situaciones pendientes o irresueltas. Y para que en la familia no quedase una herida irremontable.

Pero también me mostró la posibilidad de morir en vida a la identidad defensa que todos construimos ante los dolores que vivimos en nuestra infancia. Esa identidad coraza -identidad psicológica- nos separa de la verdadera vida, la vida que en realidad somos.

En 1998 comencé a atender a un joven con cáncer que supuso una nueva dirección en mi trabajo. Trabajamos dos años juntos. Él fue quien abrió otro ciclo de 4 años en el que las personas que atendía no estaban en una situación terminal sino promediando su enfermedad o incluso, algunas, a poco de haber recibido el diagnóstico (mientras tanto seguía acompañando a morir, y también trabajando con personas sin enfermedad). Fueron 4 años de gran  aprendizaje acerca del proceso que sigue el cáncer, sus diferentes manifestaciones, de todo aquello que se produce en la persona y en su entorno.

Luego de 4 años –corría ya el año 2002- mi trabajo volvió a girar y además de acompañar a morir y de trabajar con personas con (y sin) cáncer, comencé a atender personas transitando su mayor dolor, podría decir “un dolor de muerte¨. Podía ser el deceso de un ser querido, el fin de una relación o la pérdida de un trabajo. El punto en común era que aquello que se había depositado en ese “objeto” ahora perdido, era de tal magnitud, que hacía que el dolor fuese tal que no podía ser procesado. Al menos no fácilmente. Como si la propia identidad dependiera de ese “objeto” externo. Durante esta etapa muchas veces me encontraba pensando en aquello que muchos investigadores señalaban en ese momento: que entre 3 y 5 años antes de la aparición de un cáncer la persona vive una pérdida traumática de la que no ha podido hacer el correspondiente duelo.

Pasados estos 12 años (1994/2006), aquellos que considero como los de mi formación en las temáticas del morir, del cáncer, y como terapeuta en general, le siguieron otros 12 en los que profundicé en mi tarea. Fueron años en los que continué buscando y ajustando tanto el modelo conceptual desde el cual abarcar este trabajo, como el circuito o proceso curativo para que las personas puedan acceder a su máximo potencial y a un estado de felicidad plena.